COVID Largo:

¿Chivo expiatorio del

efecto de las vacunas?

Estudios revelan la realidad detrás…

lunes 27 de febrero de 2023

Un sector de la comunidad científica alega y asegura la existencia de un “COVID largo” que parece ser un depositorio de toda suerte de condiciones, que no pueden ser explicadas de “ninguna otra manera”, y que surgen posteriores a la infección. Pero también surgen después de las vacunas.
Este es el “debate” o uno de los chivos expiatorios médicos más grandes de la historia científica: A quién echarle la culpa de la avalancha mundial de cuagulopatías, ataques cardíacos y muertes en gente sana, incluyendo niños y jóvenes, que nunca habían padecido problemas cardiovasculares.
Tanto el COVID-19, como las vacunas tienen algo en común: Te exponen a la proteína S (proteína espiga) y otras proteínas, según las variantes y la fórmula que presenten las farmacéuticas. La tecnología ARNm de las vacunas convierten al organismo en literalmente una fábrica de proteína espiga.
Hablamos de proteína tóxica, altamente inflamatoria, contraindicada bajo toda circunstancia para el ser humano.
Sin embargo, se continúa promoviendo y recomendando la inoculación para “protegerse”, con esta proteína o coctel de proteínas, en una solución acuosa con otros controvertibles componentes.
Una de las cosas ciertas e inequívocas que tenemos en la ecuación, es que el término “COVID largo” fue acuñado después de la entrada al mercado de las vacunas contra el COVID-19.
Demás está señalar, que es harto conocido que los CDC y las farmacéuticas, reconocen la miocarditis y pericarditis, entre una larga lista de efectos secundarios graves.
Un estudio reciente revela que NO se ha podido encontrar vínculo entre el COVID-19 y la miocarditis o pericarditis en personas que han padecido la infección.
“La infección posterior a COVID-19 no se asoció con miocarditis o pericarditis. No observamos una mayor incidencia de pericarditis ni de miocarditis en pacientes adultos que se recuperan de la infección por COVID-19”, concluye el estudio publicado en la National Library of Medicine.
Otro extenso estudio publicado en la prestigiosa base de datos ScienceDirect, quizás uno de los más completos que he leído, indica y concluye: “Ha habido un mensaje inquebrantable sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas de ARNm contra el SARS-CoV-2 por parte del aparato de salud pública en los EE. UU. y en todo el mundo. La eficacia está cada vez más en duda… Es esencial que se realicen más estudios para determinar el alcance de las posibles consecuencias patológicas descritas en este documento. No es práctico que estas vacunas se consideren parte de una campaña de salud pública sin un análisis detallado del impacto humano del daño colateral potencial… Al final, miles de millones de vidas están potencialmente en riesgo, dada la gran cantidad de personas inyectadas con las vacunas de ARNm del SARS-CoV-2 y la amplia gama de resultados adversos que hemos descrito. Hacemos un llamado a las instituciones de salud pública para que demuestren con evidencia por qué los temas discutidos en este trabajo no son relevantes para la salud pública, o reconozcan que lo son y actúen en consecuencia”, reza el estudio que recomendamos su lectura.

 

El referido proyecto de investigación, revisado por pares, revela:
– Las vacunas de ARNm promueven la síntesis sostenida de la proteína espiga del SARS-CoV-2.
– La proteína espiga es neurotóxica y altera los mecanismos de reparación del ADN.
– Las vacunas de ARNm pueden causar un mayor riesgo de enfermedades infecciosas y cáncer.
– La supresión de las respuestas de interferón tipo I da como resultado una inmunidad innata alterada.
El estudio se hace eco de miles de inmunólogos en el mundo, incluyendo la opinión de la doctora boricua María Carrascal, en torno a que estas “vacunas” erosionan a tal grado el sistema inmunológico , que hace vulnerable al receptor a cualquier patógeno, en un tipo de síndrome de inmunodeficiencia.
Aún así, con miles de estudios de este tipo por parte de reputados científicos, egresados de las más prestigiosas universidades del mundo, las autoridades y los medios rentados del país continúan promoviendo esta sustancia experimental, que “casual” o causalmente tiene efectos similares y aún peores que el denominado “COVID largo”.
Los promotores de las “vacunas” continúan expresando de manera negligente que son “seguras”, que “los beneficios superan los riesgos” y que la avalancha de reacciones adversas graves y muertes producidas por estas, son eventos “raros y aislados”.
Reflexionamos sobre las expresiones del epidemiólogo y profesor de medicina puertorriqueño, Dr. Iván Iriarte, quien lo resume de la siguiente manera: “Un aspecto importante es que aunque los defensores de la ‘vacuna’ quieren insistir en que los efectos adversos son ‘raros’, este no puede ser un argumento válido. Primero, hay evidencia de sobra que los efectos adversos se sub-reportan. Segundo, lo ‘raro’ de un evento, si es serio, no lo hace menos importante. A la gran mayoría de la gente que fuma cigarrillo no les da cáncer de pulmón; sin embargo, estamos claros de la asociación, y no le recomendamos a nadie fumar. A la mayoria de la gente que bebe (alcohol) en exceso, no les da cirrosis del hígado; pero no le recomendamos a nadie que beba en exceso”, expresa el reconocido galeno, haciendo analogía en torno a la persistente recomendación y empuje por parte del gobierno, para que la población continúe inoculándose con la peligrosa, e inclusive mortal, sustancia experimental; contra una enfermedad con menos de un 1% de mortalidad a nivel mundial.
Así las cosas, persiste la pregunta en torno a qué o quién es el responsable de la avalancha sin precedente de miocarditis, pericarditis, cuagulopatías, neuropatías… ¿Será el COVID largo?¿Será el efecto de las “vacunas”? ¿O ambas? Juzque usted.
Si su respuesta es “probablemente ambas”, tenga presente lo siguiente: la primera, está fuera de su control; sin embargo, la segunda usted puede evitar que se produzca o aumentar el riesgo de que una reacción grave termine alcanzándolo a usted o a sus seres queridos.

 

El autor es periodista acreditado por el Departamento de Estado de Puerto Rico                Miembro de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO)
Miembro de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ) Washington DC