El Dr. Mengele boricua

y la ciencia del fracaso

Al día de hoy aún existen boricuas que dudan de las advertencias de médicos y científicos serios en torno al peligro de las vacunas contra el COVID-19. Boricuas que desconocen que esta enfermedad tiene menos de un medio porciento de mortalidad (.7%); que las PCR no están diseñadas para detectarla con precisión o sin síntomas; que las mascarillas detienen el paso del coronavirus de la misma manera que una cerca de ciclón detiene a un puñado de canicas; y son capaces de llamar desinformación a la información correcta, en un estado de negación, producto del choque entre la propaganda mediática a fuerza de billetes y la verdad que expresan estos científicos, tanto puertorriqueños como extranjeros. Una dura y antipática verdad.
Y no se puede culpar a este amplio sector de la población, que cayó víctima de una distorcionada narrativa “científica” por asalto, por parte de autoridades y medios en los que confiaron toda su vida; en el mayor esquema de fraude, daños y perjuicios en la historia de la humanidad. Un esquema, que sin lugar a dudas, y en su día, hará lucir a la Alemania nazi, como un recién nacido.
Como periodista, me di a la tarea de investigar, lo que desde el mismo origen no me olió bien. Había algo extraño en aquella realidad tipo película de ficción de 2020, en donde ciudadanos chinos caían muertos en el tren o en la calle, convoys de camiones y morgues alegadamente repletas de cadáveres, algo que hoy, con el mismo COVID-19 presente, en adición a más variantes y subvariantes, dejó de verse.
La diferencia del antes (2020) y el después (2023), es bastante sencilla de identificar: Miles de millones de dosis de vacunas inoculadas en los pobladores del planeta. Vacunas que la inmensa mayoría de las personas ya saben que no protegen de contagio, ni de hospitalización o muerte.
Tal es el caso, que sobre el 85% de las muertes en Puerto Rico y el mundo, son reportadas en personas vacunadas con dos o más dosis. Los datos hablan por sí solos.
El “show” de los chinos y los camiones terminó, aunque los efectos y el trauma perdurarán por décadas y en el peor de los casos por el resto de la existencia de la humanidad.
Sin embargo, la peor parte de todo aún no ha comenzado, y solo lo ayudará a usted la DETOXIFICACIÓN temprana, que ante la negación temprana, no llegará a la inmensa mayoría los cuerpos de los inoculados.
La gente está “harta” del tema, por no decir aterrada y en negación con el tema.
¿Cómo es posible que unos locos inadaptados, conspiranóicos, puedan al final del camino tener razón?
¿Los periodistas serios eran también conspiranóicos?¿Sucumbieron ante la conspiranosis?¿Y dónde se ubican los médicos y científicos que advirtieron y siguen advirtiendo?
Como le estaba diciendo, me di a la tarea de investigar en 2020 y tropezé en mi búsqueda con médicos de la comunidad científica internacional que comenzaron a advertir sobre la incongruencia sintomática, el bloqueo de medicamentos que estaban dando resultados y el serio peligro de la tecnología ARNm de las vacunas, mucho antes de que salieran al mercado.
Luego, la propaganda y el debut de la sustancia experimental, mercadeada como única alternativa y panacea ante el alegadamente “mortal” flagelo (y sí es mortal solo que .7%); con descaradas garantías que eran y son incompatibles en cualquier experimento; la segregación y la violación de alegados derechos, al parecer de tinta y papel, escritos en la Constitución; los decretos de alegada “emergencia, extendidos de forma continua; y dinero, mucho dinero por doquier para los obedientes.
Mientras eso sucedía, me concentré en investigar, en entrevistar docenas de médicos boricuas valientes, que con mucho temor se atrevieron a hablar, y a las primeras víctimas de esta sustancia, que se fueron sumando rápidamente por docenas.
Me di cuenta que algo terrible estaba sucediendo, que los compañeros periodistas no respondían a mis llamados ni a la lógica, ni a la prueba. Estaban “comprados” y silenciados por los canales, estaciones y periódicos.
Y allí estaba la figura del Dr. Mengele boricua, Carlos Mellado, patético secretario de Salud de Puerto Rico y ejecutor del plan del Administrador Pandémico Colonial, Pedro Pierluisi, de cumplir a cabalidad, con goloza eficiencia, las directrices y guías federales de acceso a miles de millones de dólares, a cambio de “fumigar” a los hermanos boricuas. A los cuales mantenían y mantienen entretenidos, con mecanismos psicológicos y económicos, con eficientes técnicas de terror, coerción y estímulo, diseñadas por publicistas y expertos en manipulación de masas.
El Mengele boricua comenzó a recibir de manera directa la macabra información del daño que este veneno estaba causando por parte de sus colegas médicos, a los que primero trató de amenazar y sancionar, y luego cambió de estrategia, para establecer entonces un sistema de bloqueo de foros y divulgación de datos, en contubernio entre el gobierno y los medios.
Mientras eso sucedía, la ciudadanía caminaba en fila a los vacunatorios, y los ya explotados médicos del país, se frotaban las manos y depositaban jugosas sumas de dinero en sus cuentas, convirtiéndose en cómplices de la “fumigación”, por dinero, bajo la seguridad de que en última instancia apelarían a que fueron engañados.
Y por supuesto, todos repetirán lo mismo: que fueron vilmente engañados.
Entonces habrá que buscar quién engañó a los médicos que estudiaron ciencia y medicina; al secretario de salud y sus ayudantes, llamados a proteger a la ciudadanía y con pleno acceso a datos de hospitales; al gobernador… E igualmente habrá que ver, si en efecto, toda esta industria de la indecencia, no sabía nada, o quién supo y continuó con el daño y la facturación, a costillas de niños, jóvenes, ancianos y gente buena, todo eso en la ciencia del fracaso.