Nuevos hallazgos revelan
peligrosidad de las mascarillas

Redacción Nueva Isla
Como todos sabemos durante la pasada pandemia del COVID-19 se estableció la práctica obligatoria del uso de mascarillas en toda la población, a fin de ayudar a detener la propagación del alegadamente ultra-peligroso virus que resultó nunca exceder un 1% de mortalidad.
Las campañas mediáticas, que comenzaron con el absurdísimo “quédate en casa”, con encierros domésticos que fueron paulatinamente modificados a salidas selectivas, según el número de la tablilla de su carro, incluyeron la utilización de mascarillas; vacunación experimental forzada y repetida; segregación poblacional y pruebas PCR a los no vacunados, aún sin exhibir síntomas.
De nada valió la información de boca de muchos médicos y científicos responsables, que advirtieron sobre la peligrosidad de las vacunas, la ineficiencia de las mascarillas y la absurda práctica, nunca antes vista, de realizarle estas pruebas a personas sin síntomas.
Luego apareció el concepto, igualmente inusual de alegados “asintomáticos”, que es igual a personas NO enfermas, con cargas virales incapaces de transmitir la enfermedad.
Mientras los vacunados continuaban enfermándose de lo mismo contra lo que se vacunaron y transmitiendo la enfermedad.
Es decir, prevaleció el absurdo, y el discurso del absurdo se convirtió en regla y doctrina, que percoló en las conciencias de la ciudadanía, que confiaron, con fe ciega, en su gobierno y medios de prensa.
Como dato curioso, pareciera que la pandemia trajo consigo una nueva cultura “salubrista” que corre en sentido contrario a los postulados más básicos de la ciencia y la medicina.

Personas de todas las edades, niveles sociales y educativos, andan aún con mascarillas por seguridad y convicción.
¿Pero son inofensivas y saludables las mascarillas?¿Son científicamente recomendables estos bozales fuera de un entorno quirúrgico?
Un estudio conducido por prestigiosos investigadores de Alemania, India y Austria, mediante una revisión sistemática de 2,168 estudios sobre los efectos adversos clínicos y fisiometabólicos inducidos por el uso de las mascarillas, revela: una disminución de la saturación de oxígeno (SPO2) y la ventilación, un aumento significativo y simultáneo del CO2 y frecuencia cardíaca, así como de la presión arterial sistólica; además de un aumento en la temperatura de la piel.
El estudio también revela que el uso diario y prolongado de mascarillas afecta la capacidad de esfuerzo físico.
Además presenta la prevalencia de síntomas combinados de: dolor de cabeza, acné, irritación de la piel, disnea, calor, picor, trastorno de la voz y mareos.
“Las mascarillas interfirieron con la captación de oxígeno (O2) y la liberación de dióxido de carbono (CO2) y comprometieron la compensación respiratoria. Aunque las duraciones de uso evaluadas son más cortas que el uso diario/prolongado, los resultados validan de forma independiente el síndrome de agotamiento inducido por la máscara (MIES) y las disfunciones fisiometabólicas posteriores. MIES puede tener consecuencias clínicas a largo plazo, especialmente para los grupos vulnerables. Hasta ahora, varios síntomas relacionados con las máscaras pueden haber sido malinterpretados como síntomas prolongados de COVID-19”, reza el documento.